Veamos entonces dos hechos fundamentales que pueden explicar este fenómeno.
Uno lo hace posible, es la revolución de la electrónica desde fines de la segunda guerra mundial, con el descubrimiento de la TV, el desarrollo de la física del estado sólido (transistores, integrados, etc), las comunicaciones satelitales, la computación, las computadoras personales, la red digital internacional (Internet). Son herramientas importantísimas para el progreso y son también las armas que usa la globalización neoliberal para imponer sus conceptos a los países pasivos (o muy endeudados).
El otro gran hecho es el desarrollo en Chicago de las teorías que avalan al neoliberalismo en los alrededores de los ’70, con Hayes y Popper fundamentalmente. Estas teorías empezaron a aplicarse en Latinoamérica primero (Chile) y luego en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo, gracias a la gran influencia del FMI sobre las políticas económicas de los países deudores.
El primer hecho se entiende fácil, porque las telecomunicaciones e Internet (con todos sus servicios) aproximan comunicacionalmente a los pueblos, por más distantes que ellos estén. Aquí la televisión merece una mención aparte, pues es innegable que las imágenes tienen un poder especial para captar la atención (sin necesidad de pensar mucho) y cabe preguntarse en manos de quién está esa televisión, quiénes dictan sus contenidos. Esto último lo trataremos en otra oportunidad en más detalle.
Pero lo que no está bien claro es qué es el neoliberalismo y qué influencia tiene sobre los pueblos. Trataremos por eso de hacer una síntesis de sus rasgos fundamentales, para que el lector posteriormente profundice su estudio si lo cree de su interés.
Neoliberalismo
Tanto el liberalismo (s XVIII) como el neoliberalismo (1970) sostienen que el principal motor de la sociedad y su economía y desarrollo es el egoísmo intrínseco a todos los hombres. Así a través de la competencia por lograr el máximo beneficio, producen en el campo del Mercado Libre, logrando el desarrollo de una nación, como ningún otro sistema puede lograrlo. Para ello deben desarrollar la iniciativa privada. Dicen que el Estado no debe intervenir para nada en ese Mercado Libre, y si lo hace, “una mano invisible terminará castigando a ese pueblo”. Que esa misma mano invisible corrige los desequilibrios que se producen en el Mercado. Que el Estado solo debe ocuparse de las cosas públicas y que no sean del interés de la actividad privada, porque no son lucrativas, pero nunca del Mercado Libre.
El neoliberalismo dice que ninguna planificación puede producir mejores resultados que el Mercado Libre, porque los factores que intervienen en el Mercado son tantos como los que intervienen en las actitudes del ser humano, es demasiado complejo y por lo tanto implanificable.
Para el liberalismo el único sistema político posible es el democrático, el único que garantiza la libertad.
Para el neoliberalismo en cambio, el sistema preferible es el democrático, pero cuando la gente (“La Bestia”) prefiere otra cosa, como la regulación del Mercado o la protección a los perdedores de la dura competencia, entonces cualquier sistema político es bueno, con tal que respete la inviolabilidad del Mercado. Esto, por el bien de todos. Ése fue el caso de Chile, con Pinochet, porque La Bestia había elegido al socialismo y porque este país había sido elegido como primer conejillo de indias en el mundo.
Para el neoliberalismo, la libertad se centra en libertad para...negociar. Toda otra libertad es peligrosa, puede ir en contra del sistema.
La competencia implacable, motivada por el egoísmo, que para el neoliberalismo es además avaricia, consumismo y acumulación de capital, produce ganadores y perdedores. Los ganadores son necesarios para la consecución del sistema, es una selección natural de los mejores. En cuanto a los perdedores, son las excrecencias del sistema, algo inevitable.
Así como hay personas ganadoras y perdedoras, hay países ganadores y perdedores en el concierto internacional.
Dice el neoliberalismo que ningún otro sistema económico puede ser superior a este sistema, que llama natural. Así, ningún país que no aplique los principios neoliberales puede superar en producción y desarrollo a otro que sí los aplique. No hay alternativa. No son eficientes.
Conceptos como planificación estatal, solidaridad, cooperación, nunca podrán desarrollar un país que supere a uno que aplique los principios del Mercado Libre. Morirá en la burocracia.
¿Y qué pasa con los perdedores? Tendrán que esperar la ayuda humanitaria de algunas empresas, lo que les valdrá a ellas un buen concepto social y así podrán lograr mayores ganancias. Y sino... que lástima...
En una palabra: el neoliberalismo afirma que la herramienta civilizadora por excelencia es el Mercado Libre, sin tutelas de ninguna especie. El Estado es para atender otros asuntos, como la defensa de las fronteras y las obras que hagan falta pero que no son de interés privado porque no dan ganancias. Es el mejor sistema económico y hay que imponerlo por cualquier medio, sin interesar otra cosa, por el bien de todos. Si se logra con democracia, mejor, pero si no... como sea. A la larga se verán las ventajas. Los perdedores... son un mal inevitable. No todos somos iguales.
Alienación cultural
El vencedor número uno en esta contienda mundial es USA. Hay otros, de segunda línea, como Alemania, Inglaterra, etc. Y como es natural la tendencia humana de imitar a los exitosos, a los vencedores, que se transforman en un paradigma, se produce la despersonalización cultural, la simple imitación, en los pueblos de los perdedores. Toda la tradición, con sus aspectos positivos o no, se comienza a perder.
Los valores humanos como la solidaridad, la cooperación, pierden valor frente a la competencia basada en el egoísmo.
El sistema neoliberal enfrenta resueltamente a todo concepto que no encuadre con el sistema; son subversivos, dice, son terroristas. Y la diversidad cultural también es peligrosa.
El sistema neoliberal pregona la libertad, pero la libertad para... negociar solamente. El hombre solo vale como competidor. Es una carrera desenfrenada... hasta que nos estrellemos contra la pared.
¿Qué pasa con los países periféricos? Si son parte de los muy perdedores, no interesan por el momento. Pueden seguir con sus mitos, con su cultura bárbara, no molestan mientras no sean terroristas (salvo que tengan petróleo, en ese caso es imperioso “civilizarlos” a la fuerza si fuera necesario, como en Irak). Allí no habrá inversiones ni invasiones democratizadoras. Ya llegará el momento de civilizarlos cuando falten los recursos en los países centrales.
Los países perdedores en esta carrera cuyas reglas impuso el neoliberalismo, ayudado por el FMI (y a veces hasta la CIA), adoptarán cada vez más el lenguaje y los conceptos del ganador. Hasta la lengua se mixturará con la del país vencedor.
VISIÓN ÉTICA DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Situándose en un plano ético, la Declaración Universal de la Unesco sobre la diversidad cultural, adoptada el 2 de noviembre de 2001 [4], reconoce la diversidad cultural como “patrimonio común de la humanidad”. De este modo, la lucha por la salvaguarda de las culturas amenazadas se convierte en un deber ciudadano. Esta posición se explica por el hecho de que la comunidad científica ha tomado conciencia del riesgo de uniformidad de la cultura en una sociedad globalizada, aún si ésta permite en teóriá la manifestación de la diversidad cultural. En efecto, las tecnologías de la información y de la comunicación, lejos de ser únicamente herramientas, modelan nuestras maneras de pensar y de crear. La cultura, por ese hecho, se ve habitada por la tecnología, dialogando con ella, conteniéndola a veces y dejándose elaborar por ella. Esta situación crea una desigualdad y una dependencia de la cultura hacia la tecnología, e impide la manifestación de la diversidad cultural, tan necesaria para la sociedad de los saberes [5]. Por otra parte, numerosos observadores afirman que la tecnología ha dejado en la sombra a toda una parte de la población, la que sigue viviendo según los principios de la naturaleza, la que no cree en el Estado, sino en el poder de los ancestros, la que no cree en la ciencia, sino en el saber tradicional. La diversidad cultural se inscribe entonces en la lógica que considera que existen otras maneras de pensar, de existir, de trabajar fuera de la manera antropo - centrada y racio - centrada moderna. En efecto, si bien la ciencia y la tecnología son fácilmente comunicables ¿ están,sin embargo, todas las culturas listas para aceptar el formalismo matemático que se encuentra en la base de la construcción de las tecnologíasy de sus usos ?
En el contexto del debate sobre la edificación de la “sociedad de la información”, esta adaptación pasa, por supuesto, por la diversificación de los contenidos, es decir la cohabitación de los contenidos llamados clásicos y aquellos provenientes de culturas minoritarias, de saberes locales y autóctonos [6]. Pero ¿cómo integrar las culturas y saberes autóctonos sin generalizarlos, ni particularizarlos [7]? ¿Cómo convalidarlos con la ayuda de criterios exógenos? La declaración de principio de la CMSI, adoptada en Ginebra en diciembre de 2003, insiste sobre el hecho de que “las aplicaciones deberían ser amigables, accesibles a todos, abordables, adaptables a las necesidades locales en términos de culturas y de idiomas, y facilitar el desarrollo sostenible”. Es por esa razón que conviene pensar el ciberespacio de otra manera, permitiendo a todos y a cada uno acceder a Internet en su propio idioma, pensar en usos diferentes adaptados a todas las poblaciones, especialmente aquellas que funcionan sobre el modelo comunitario. Tomar en cuenta esto daría nacimiento a la producción de aparatos y estructuras adaptadas, un despliegue que no puede hacerse sin el desarrollo de las industrias culturales locales y la implementación de modelos especificos a diferentes contextos socioeconómicos. Pero esta expresión de las culturas se inscribe en una relación de fuerza que conviene matizar. Para la Red Internacional por la Diversidad Cultural [8], se trata antes que nada de introducir en el Convenio, “medidas eficaces que permitirían a los países en desarrollo dotarse de herramientas eficaces de producción y de difusión”.
HACIA UN NUEVO ENFOQUE DE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Si bien la diversidad cultural es comprendida en general tomando esencialmente como fundamento distinciones binarias: cultura moderna/cultura local, la realidad de la diversidad cultural no es binaria, sino que se des proviene del respeto y de la aceptación de las diferencias, del diálogo y de la búsqueda de valores comunes para salir del monologismo que caracteriza a la sociedad de la información. La Declaración independiente de la sociedad civil en la SMSI de Ginebra en 2003 menciona por otra parte que cada cultura posee una dignidad y un valor que deben ser respetados y preservados [9].
En este nuevo contexto, la diversidad se convierte en una manera de abordar el mejoramiento de nuestra vida en común, cuyo fundamento es la aceptación de una visión plural del mundo [10]. Se ve entonces que la diversidad cultural es percibida aquí como integración y no como superposición o yuxtaposición de culturas, y que la sociedad de la información en la cual ella se expresa es ante todo una sociedad de saberes compartidos.
En efecto, la noción de diversidad cultural nos remite a dos realidades bastantes distintas. Existe para empezar una primera concepción centrada en las artes y en las letras, que remite a su vez a la expresión cultural de una comunidad o de un grupo y que engloba la creación cultural bajo todas sus formas. Seguidamente están los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias que remiten a una perspectiva más sociológica o antropológica de la cultura. Pero adhiriendo a una u otra concepción, se puede convenir en que el contexto social dominado por las tecnologías de la información y de la comunicación, necesita la implementación de medidas que sean a la vez incitativas y limitativas, que prevaleciendo sobre los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio. De esta manera los debates actuales llegan hasta pedir, por ejemplo, que los países desarrollados se comprometan a aumentar la parte de mercado que destinan a los profesionales, artistas y otros creadores de los países en desarrollo. Pero esta propuesta, que recuerda fuertemente los debates sobre el Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación a propósito del reequilibrio de los ¬flujos, suscita por supuesto la oposición de los Estados que poseen las industrias culturales más grandes. Sin embargo, la pregunta que planteamos aquí se encuentra en la base misma de la edificación de una sociedad de la información accesible para todos.
La canalización del proceso de globalización cultural
La globalización cultural, como forma de transnacionalización de la cultura, se ha producido o canalizado a través de dos vías de diferente naturaleza: los medios de comunicación de masas y el comercio internacional. Ligada tanto a los medios de comunicación de masas como al comercio internacional, la gran expansión propagandística y publicitaria ha permitido y facilitado la globalización cultural, de acuerdo con los valores del modelo de globalización neoliberal.
En cuanto a los llamados medios de comunicación de masas, que en sentido estricto habría que llamar medios de información masiva*, son indudablemente los canales principales de la globalización de la cultura. “Los nuevos medios de comunicación dice Brzezinski están llamados a elaborar una novedosa conciencia planetaria que supera las culturas firmemente enraizadas, religiones tradicionales sólidamente establecidas e identidades nacionales bien distintas”(1).
Después del espectacular desarrollo de los medios de comunicación de masas, que en estas últimas décadas han ido trasformando el planeta en una “aldea global” conmovida por la “explosión informativa”, hoy nadie duda del importantísimo papel que desempeñan en todas las esferas de la vida de la sociedad moderna.
No sólo son medios que llegan a todos los ámbitos y rincones del planeta, no sólo son medios que permiten lograr casi la instantaneidad de la noticia, no sólo han configurado una civilización que también podemos caracterizar como civilización de la imagen, sino que —y esto es lo que aquí nos interesa— estos medios son instrumentos idóneos para la dominación ideológica y cultural. Hoy, a Estados Unidos, casi le basta enviar programas de televisión en lugar de “marines” y todo su arsenal de armas de destrucción masiva. Digo “casi” porque si bien prefieren enviar programas de televisión, en caso de que ellos lo estimen necesario —Bush lo ha demostrado—, no tienen limitaciones militares ni ética para llevar a cabo una política de “sangre y hierro”.
Por ello es importante comprender —y en esto Mattellart nos ha proporcionado más de un texto esclarecedor— la naturaleza y la finalidad de la actividad comunicativa en un mundo globalizado. Los aspectos más relevantes que importa destacar nos parecen los siguientes:
comprender la estrategia global de ocultamiento e inversión de la realidad propia de la actividad comunicativa controlada por las grandes corporaciones;
dificultad de identificar socialmente los emisores de los mensajes que vehiculizan los medios de comunicación de masas;
necesidad de desvelar las bases de sustentación ideológica desde donde fluyen los mensajes dominantes;
comprender la naturaleza de la actividad comunicativa en nuestra sociedad que permite actualizar cotidianamente el sistema cultural que sirve de sustentación del proyecto de defensa de sus intereses.
El mito de la imparcialidad y objetividad de los medios de comunicación
Con cierta frecuencia, en la cabecera de los diarios —debajo de la denominación del mismo— se puede leer “periódico independiente”. Este es un hecho generalizado, los medios de comunicación pretenden revestirse de objetividad (ser imparciales, equilibrados, libres de prejuicios). Ni en la ciencia existe una objetividad absoluta, porque es imposible eliminar la subjetividad. Menos aún en los medios de comunicación. Tienen dueños y éstos tienen sus intereses (a veces varían según quién esté en el poder) y conforme con los intereses que defienden ofrecen una visión del mundo y de la realidad. Ellos pueden seleccionar, reconstruir y difundir los hechos y acontecimientos, según la propia perspectiva. Unos lo reproducen legitimando el sistema existente, otros pueden manifestarse en contra del statu quo (aquí también se expresa la ambivalencia del proceso globalizador). La información puede estar sometida al poder del dinero, pero también puede transmitir un contenido crítico y liberador.
Autopistas electrónicas de información. La libre consolidación de Internet (y otros cientos de Free Net) en los años noventa hace accesible a casi toda persona un inmenso número de datos; la sociedad en que vivimos está configurada en torno a redes de información. A finales del año 2000 había 407 millones de usuarios de Internet en el mundo. Serán 500 millones a comienzos del siglo XXI.
Hoy es posible conectarse con todo el mundo: sólo se necesita un ordenador/computadora, un módem y un número de teléfono; existe sobreinformación hasta el punto de que resulta muy difícil ordenarla, sistematizarla y aprovecharla adecuadamente.
Pero existe también un uso banal de Internet; algunos investigadores sostienen que el 90 por ciento es basura: publicidad y mensajes sin contenido. Y, existe, asimismo, la posibilidad de utilizarlo para realizar auténticas movilizaciones a través de redes ya existentes, como es el Directorio de la otra globalización, publicado por Pepa Roma, en su libro Jaque a la globalización (Grijalbo Mondadori, Barcelona, 2001).
El cine y su fascinación. Antes de que existiese la televisión y antes también de que se produjese el gran desarrollo tecnológico de los medios de comunicación de masas, el fenómeno fílmico que en poco más de un siglo se hizo universal, inició un proceso de globalización/mundialización de una determinada cultura. Relacionado desde sus inicios con la visión mágica del mundo, puesto que la imagen fílmica posee la cualidad mágica del doble, la imagen en movimiento produjo fascinación. Esta fascinación se acrecienta cuando se fue dando el tránsito del cinematógrafo al cine, cuyo aspecto principal fue introducir la técnica del trucaje (sobreimpresión, fundidos, encadenados, desdoblamiento de imágenes, etc.). Mediante estos cambios, el “cine se hace más real y más irreal que el cinematógrafo”, nos dice Morin, y logra la capacidad de producir una completa ilusión de la realidad, al mismo tiempo que se transforma en una fábrica de sueños. Con el cine se introduce lo imaginario y el mito en la cultura de masas. Y como la industria cinematográfica norteamericana es dominante, se favorece —entre otras cosas— la divulgación y conocimiento del modo de vida en ese país y, detrás de ello, la seducción “hollywoodense” a escala mundial.
Este mundo seductor e imaginario, no sólo es una forma de evasión de la realidad y de trivialización de la existencia, sino que en él se proponen los modelos arquetípicos, tanto en lo concerniente a los proyectos de vida como a los estilos de comportamiento. Uno y otros aparecen encarnados en las estrellas y vedettes, actores y actrices; en ellos es realidad el mundo de ensoñación. Luego aparecen otros arquetipos, no producidos necesariamente por el cine: los deportistas y cantantes; la televisión y otros medios contribuyen a ello.
Si el mundo imaginario reemplaza de algún modo la función que en las pasadas épocas tuvo la magia y la religión, las estrellas ocupan el lugar de los héroes de la mitología y de los santos en la religión. Y lo hacen con una ventaja: no son una realidad del pasado, sino actual, aunque con aquellos comparten el hecho de ser algo lejano y tienen la fuerza de los modelos o arquetipos.
Con estas estrellas-imágenes se identifica el hombre masificado, frustrado, desencantado u oprimido de nuestra sociedad y, con esa identificación, encuentra una vía de evasión de sus desgracias y pesares. Estos personajes nos venden una imagen, aunque ellos mismos —auténticos tigres de papel— son imágenes creadas artificialmente por los intereses comerciales para el uso de los consumidores.
Hombres y mujeres de nuestra sociedad, absorbidos por las ficciones, lejos de percibir la vaciedad y mediocridad de los personajes “vedettes”, los admiran y los miran como arquetipos y modelos. Las estrellas no sólo son objetos de consumo, son también difusoras de las modas de consumo, al mismo tiempo que venden el consumo de ideales. El ideal de vida y la vida ideal que estos modelos muestran, son los de la vida de lujo, de orden, de éxitos y triunfos que se miden con el baremo de ganar dinero. Precisamente se trata de los ideales de la “instalación burguesa”. No todos la pueden alcanzar, pero son los objetivos finales que perfilan el proyecto de vida.
Las estrellas y vedettes —tal como son presentadas— no son neutras: la imagen que venden es una forma de configurar ideológicamente a la gente de acuerdo con el proyecto de vida burguesa. Nos enseñan el modelo burgués de ser en el mundo; son el ideal o arquetipo de ese modo de vida.
En otro orden de cosas diferentes, la expansión del comercio internacional también contribuye a este proceso de globalización en lo cultural. Con la venta de ciertos productos se producen también diferentes formas de trasvases culturales. Por otra parte, la publicidad ampliamente utilizada para la producción, distribución y venta de productos se transforma en una forma de penetración cultural, puesto que a ella está indisolublemente unida la propaganda, que es la que vende, no productos, sino valores. La función de la publicidad y la propaganda que acompaña la expansión del comercio, tiene en el nivel implícito una connotación ideológica, política y cultural: configurar el carácter social o personalidad básica de los hombres y mujeres de la sociedad de consumo. Esto ayuda, asimismo, al mantenimiento y funcionamiento del sistema.
Publicidad/propaganda. Con la venta de muchos productos se vende un estilo de vida, es decir, se venden valores culturales. Publicidad-propaganda-sociedad de consumo son elementos indisolubles: la publicidad no sólo crea la demanda de bienes que satisfacen necesidades, sino que crea seudo necesidades hasta llegar al consumo por el consumo mismo. Este es un aspecto fundamental de la economía capitalista mundializada, habida cuenta que la publicidad “se ha convertido en uno de los mecanismos de regulación y fomento global del consumo y, a la vez, un complicado sistema de comunicación, receptor y transmisor de modas culturales, manipulado por técnicas cada vez más especializadas y cada vez más ligadas a los factores económicos y políticos del poder”(3).
Ya sea un anuncio televisivo, una página de una revista o periódico, un anuncio radiofónico o un cartel, lo que se mantiene invariable en la propaganda es la ideología consumista que hoy subyace en todos estos medios, a través de la venta de valores y la transmisión de modelos de comportamiento. De este modo, los “verdaderos amos” del mundo, tienden a plasmar el modelo de individuo que necesitan para poder funcionar. Individuos encuadrados en un rebaño, haciéndoles creer que están fuera de él. Razón tiene Román Gubern de hablarnos de la “dictadura publicitaria sobre nuestras vidas, nuestras costumbres y nuestras conciencias en la sociedad de consumo, aunque su tiranía se enmascare con la sonriente careta de la felicidad y de la euforia de un paraíso perdido”(4), personalmente preferiría decir “de un paraíso prometido”.
Esto significa que la publicidad y la propaganda no se circunscriben (en cuanto “zona de influencia”) al ámbito del mercado, sino que sus repercusiones alcanzan lo psicológico a nivel individual y trasciende al ámbito de la cultura, produciendo cambios en los hábitos, actitudes y en el modo de vivir, no sólo por los productos que hace comprar, sino también por los valores y antivalores que impone de manera sutil.
Detrás de las diferentes formas de publicidad y propaganda, siempre subyacen los valores y principios centrales del modelo neoliberal de globalización: consumir, tener, vender, ganar, competir. Este estilo de vida acentúa los disvalores del modo burgués de ser en el mundo: arrastra, empuja, constriñe a un “más-tener”, puesto que el “tener”, el “consumir ostensivamente”, aparecen como los bienes supremos para la realización personal.
Gracias a estos medios, el paradigma de la globalización cultural no se impone a la gente. Penetra a través de formas sutiles de transmisión de valores, por la omnipresencia de los medios que difunden el mismo estilo de vida. El espejismo de las imágenes electrónicas ayuda a transmitir diferentes formas de seducción mediante una tendencia incontestable hacia la homogeneización. Esto es un aspecto sustancial, una necesidad insoslayable para el funcionamiento hegemónico del capitalismo a escala mundial. El sistema no puede reproducirse sólo a través de la dominación económica, necesita también controlar la producción cultural.
Algunas de las formas en qué se refleja el proceso de globalización en lo cultural
A nuestro entender, tiene cuatro manifestaciones principales que se pueden valorar de manera diferente para el desarrollo humano y la calidad de vida, pero que tienen en común el ser reflejos del proceso de globalización en lo cultural.
Se acentúa el mestizaje cultural. La cultura siempre es interculturalidad. No existen culturas puras, entendida la cultura en su alcance antropológico. Todas las culturas son mestizas, pero el proceso de transnacionalización cultural de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI hará que el cruzamiento de culturas no sólo sea irreversible, sino más intenso que en todas las épocas pasadas, ya que los espacios de interculturalidad se han ampliado hasta llegar a un carácter planetario. El poeta ecologista Gary Snyder nos lo recuerda: “Cada cultura y cada lengua viviente es el resultado de incontables fertilizaciones cruzadas... Estos cruzamientos culturales son como un florecimiento periódico que absorbe, germina y estalla diseminando incontables semillas. Hoy como nunca somos conscientes de la pluralidad de estilos humanos...”(5). Felizmente somos diferentes; qué desperdicio de la riqueza cultural de la humanidad es el no aprovecharnos de esa diversidad que es lo mejor del acervo cultural de los seres humanos. El mestizaje cultural y étnico que vivimos en nuestros días preanuncia un nuevo espacio de convergencia de la diversidad.
Sin embargo, hemos de advertir que toda riqueza de este intercambio y cruzamiento cultural puede frustrarse o limitarse, si es un intercambio desigual, asincrónico, en el que la cultura dominante impone, de hecho, su estilo cultural... El mestizaje cultural no debe deteriorar la identidad cultural que, de modo alguno, es algo estático configurado de una vez para siempre; la mestización cultural es una realidad que ha acompañado toda la historia de la humanidad y que con el proceso de globalización se ha acentuado.
La mezcla de razas, los cruzamientos culturales, el reconocimiento de la diversidad cultural y el derecho a la diferencia, tienen un signo diferente a los fundamentalismos. Diríamos que es una tendencia contrapuesta: no se trata de construir fronteras, de excluir a los otros, sino todo lo contrario: derribar lo que separa, dialogar, crecer juntos gracias a las diferencias que son capaces de dar un plus de humanidad a cada uno de los seres humanos. De este modo se logra que cada cultura sea respetada y preservada, y que cada persona tenga el derecho y el deber de desarrollar su propia cultura. Esto crea un clima sociocultural que “inculca el aprecio y valoración de las riquezas que las diversas culturas pueden brindar a cada persona, grupo o nación”
Se ha producido en las últimas décadas un proceso de difusión cultural y de divulgación científica sin precedentes en la historia. Esto es posible gracias al desarrollo mundial de los canales mediáticos y los medios de reproducción (videocasete, CD, etc.).
Existe la posibilidad de disponer de mayor información y de conocimientos que, si bien fragmentarios y acríticos, preparan el terreno para adquirir conocimientos y saberes de la más variada y diversa naturaleza, que ahora sólo es posible para una parte de la humanidad. Sin embargo, esta información y estos conocimientos llegan tamizados por quienes los producen. Consecuentemente, tienen diferentes significados e intencionalidad, según sea quien los produce.
LA GLOBALIZACIÓN CULTURAL
La cultura propia es desvalorizada, por el solo hecho de ser propia.